En la rehabilitación de la Antigua Cárcel Provincial de Lugo, en Galicia, y su transformación en centro cultural, los arquitectos CreuseCarrasco preservan la historia del edificio y proponen itinerarios de uso, relación e intercambio.
Por Marta Rodríguez Bosch
El panóptico del nuevo Centro Cultural O Vello Cárcere proviene de la arquitectura carcelaria. © Luis Díaz Díaz
El cambio de uso de un edificio histórico en ocasiones entrecruza aspectos simbólicos de calado: La cultura como espacio físico y mental de libertad, y base para el logro de una sociedad más igualitaria, alojada en un edificio que otrora fue establecimiento penitenciario. Los arquitectos Juan Creus y Covadonga Carrasco, del estudio CreuseCarrasco, en el proyecto de rehabilitación y transformación de la Antigua Cárcel Provincial de Lugo como nuevo Centro Cultural O Vello Cárcere, han querido aprovechar la idea misma “de apertura al público de una cárcel, un espacio celular y disciplinar, subvirtiendo los principios de vigilancia y custodia en principios de búsqueda, muestra y aprecio de valores culturales y sociales”.
Los arquitectos Juan Creus y Covadonga Carrasco han incorporado el programa cultural sin apenas modificar el edificio principal. © Luis Díaz Díaz
Sin duda, el panóptico del recinto marca parte del programa y carácter de la intervención. Ese histórico diseño espacial -inventado por el filósofo alemán Jeremy Bentham hacia fines del siglo XVIII, como construcción carcelaria que permitía a un vigilante observar la totalidad del interior desde un único punto y sin ser visto- en la ciudad de Lugo se puso en práctica en 1887, año de apertura de la cárcel, proyectada por Nemesio Cobreros, y en funcionamiento hasta 1981.
La emblemática construcción curva con tres pisos de altura hoy aloja un espacio polivalente, exposiciones de gran formato y también funciona como auditorio. Una de las ideas que rigió el proyecto fue la compartimentación abierta, abordando cada espacio de manera flexible con grados de apertura y actuación en consonancia con los usos. “Observación, diálogo e interacción - explican los arquitectos- como nuevas premisas para unos espacios que, en este edificio, en su contrate con las originales de control y seguridad, adquieren una fuerza comunicadora y expresiva única”.
Plano de la planta baja del Centro Cultural O Vello Cárcere, con espacios de diverso uso dedicados al arte y la cultura. © Luis Díaz Díaz
Esta manera de interpretar el edificio histórico les ha permitido intervenir en él prácticamente sin tocarlo, recuperando parte de su estado original. Señalan Creus y Carrasco que lo han concebido como “un itinerario de relación, experimentación, información e intercambio, entre espacios polivalentes dedicados al arte y a la cultura con muchas posibilidades de recorrido, parada, atajo y visión cruzada”.
Permanece intacto el panóptico (restaurado pues se encontraba deteriorado), corredores y celdas, que se destinan a exposiciones de pequeño formato. Y el octágono de madera (recuperada y original de la cárcel) recuerda donde se erigía la torreta de vigilancia, que hizo las veces de púlpito en la celebración de misas. Se descartó una interpretación de este elemento, pues hubiese dificultado el uso como sala de conciertos, en un espacio que goza de una excelente acústica.
En la biblioteca, los modernos “parladoiros” cumplen también una función estructural. © Luis Díaz Díaz
Los criterios de actuación han variado en el cuerpo posterior del edificio principal, hoy Espacio de arqueología (entonces Servicios de la cárcel), y en lo que fue el Edificio Judicial, hoy sede de la Policía Local y módulo de acceso. Ante las sucesivas transformaciones de los interiores a lo largo de las décadas, Creus y Carrasco optaron por una intervención más profunda y estructural que se ajusta a los nuevos destinos. En el primer caso referidos a trabajos internos. En el segundo, como ámbito principal de acogida con diversos usos públicos. Y en la cubierta, con vistas a la muralla y a la ciudad, han ubicado el espacio de interpretación gastronómico.
Los arquitectos han realizado la ordenación del entorno, unificándolo con un pavimento pétreo. © Luis Díaz Díaz
Otro aspecto significativo fue otorgar un gran valor al espacio vacío, como un espacio de descanso y memoria en todo el centro. Abarcando tanto los ejes visuales y recorridos que atraviesan el edificio, como los patios y recinto perimetral. Señalan los arquitectos que han concebido el conjunto como “una red de infraestructura construida con una misma textura que multiplica las posibilidades de acceso, permite diferentes sectorizaciones y dota de independencia cada uno de los edificios y espacios colectivos”. De este modo, vinculan los equipamientos principales: auditorio, biblioteca, sala de cine, sala de seminarios y terraza-restaurante directamente con la ciudad, facilitando distintos accesos y proyección exterior.
La biblioteca surge como espacio interior singular. Queda forrada totalmente con madera en suelo, paredes y techo. Y en las ventanas, aprovechando el espesor de los muros, se han generado espacios con bancos, reinterpretando el elemento que en la arquitectura popular de Galicia se denomina “namoradoiro” o “parladoiro”. El diseño de las estanterías, con una disposición en cuadrícula, de llenos y vacíos, redondea la atmósfera envolvente. Plena calidez en una dependencia cultural por antonomasia, que destierra la frialdad de la arquitectura carcelaria.